El Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica “Dios es Amor” (“Deus Caritas Est”), nos indica como se inicia el camino del cristiano:
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”
Por eso, en un Cursillo de Cristiandad el dirigente no es quien se limita a la exposición convincente de una verdad, sino quien, encarnándola en su vida, es el instrumento de la comunicación de esta verdad en orden a suscitar, orientar y conseguir de los demás la adhesión sincera, práctica y viva a la Persona de Jesucristo el Señor, que da un nuevo horizonte y una orientación decisiva a la vida.
Recordemos aquellas palabras con que San Pio X, en el numeral 11 de su Encíclica “El firme propósito”(“II fermo propósito”) de 1905, perfilaba la personalidad de los dirigentes en el campo del apostolado:
“Han de ser católicos macizos, convencidos de su fe, sólidamente instruidos en las cosas de religión, sinceramente obedientes a la iglesia y en particular a esta Suprema Sede Apostólica y al Vicario de Jesucristo en la tierra, personas de piedad genuina, de virtudes humanas, de costumbres puras, de vida tan intachable que sean a todos eficaz ejemplo”.
Por su personalidad, los dirigentes, conscientes en todo momento de su responsabilidad, su espíritu misionero y bajo la acción del Espíritu Santo, unidos al conocimiento de la técnica, han de ser los instrumentos humanos para la acción de la gracia de Dios en los cursillistas.
El Movimiento de Cursillos de Cristiandad es y será lo que sean sus dirigentes